El Área de castigo

"Mucha gente piensa que el fútbol es un juego a vida o muerte, pero es mucho más importante que eso"
William Shankly (1913-1981) Mítico entrenador inglés

lunes, 29 de marzo de 2010

Derek Boateng, una roca entre arquitectos

Derek Boateng (02/05/1983 Accra, Ghana) es un futbolista diferente. Llegó a Getafe sin hacer ruido y le costó entrar en el equipo. Su primera titularidad llegó en la derrota del Getafe en Zaragoza (3-0). Desapareció del once hasta el Getafe 2–0 Athletic y, desde entonces, es un fijo para Míchel. Medio centro de una potencia fuera de lo común y con una amplia capacidad para generar fútbol de apoyo. En sus inicios jugaba de delantero, lo que le ha servido para poseer desborde. Hoy por hoy, no se puede entender al Getafe sin Boateng.

Reconozco que en sus primeras apariciones me resultó chocante. Muy expeditivo, incluso acelerado, torpe con el balón y algo disperso tácticamente. Fue un espejismo. Se trataba de su proceso de adaptación. Derek chapurrea palabras sueltas de español, aunque aprende rápido. Es uno de los futbolistas más queridos del vestuario. Perseverante en el césped, incansable humorista fuera de él. Capaz de dominar una amplia parcela del campo como de alterar el ánimo de sus compañeros en un aeropuerto, su rostro nos recuerda al mítico grupo Chocolate Sexy de Eddie Murphy en “El Príncipe de Zamunda”.

Afable, simpático y sencillo, dicen que este tipo de personalidad es característica común en Ghana. Un país de África Occidental cuya sociedad civil ha conseguido albergar uno de los gobiernos más democráticos del continente negro. Boateng es muy creyente y está convencido de que gracias a Dios lleva más de diez años sin lesionarse.


Fue una de las grandes promesas africanas de la última década, se marchó sólo con 16 años a un modesto de la liga griega (Kalamata) (Les recomiendo este delicioso artículo) y ahora le ha llegado su gran oportunidad en Europa. Míchel le ha rodeado de arquitectos, de futbolistas de talento, de estilistas, lo que provoca que su presencia se multiplique. Apodado como La Roca, -no sé si porque en su ciudad natal (Accra) es fundamental la industria cementera- Boateng ha acabado por llegar a los cimientos emotivos de todos los getafenses.

Su rendimiento no ha pasado desapercibido entre los grandes de nuestro fútbol, y tampoco en otras importantes ligas europeas, lo normal sería que ésta, fuera su primera y única temporada en tierras del sur de Madrid. Pero hasta que llegue ese momento, bienvenido Boateng.

Un paseo por las nubes

“En el fútbol está todo inventado”, esta frase, muy tópica en el balompié, se le podría atribuir a casi cualquiera. Pues después de visitar La Coruña yo albergo alguna duda al respecto. Porque llegaba el Getafe a Riazor con la vitola de equipo blandito, después del torbellino del Real Madrid, y con la primera gran final en pos de la lucha por Europa. O triunfo o despedida. A esto se sumaba que los azulones nunca habían ganado en ese estadio. 10 visitas entre Segunda y Primera y dos tristes empates. Las esperanzas eran mínimas, las bajas numerosas y, a priori, el desánimo latente.

Pero Míchel inventó. Porque insisto, no está todo inventado. El técnico madrileño presenció el partido desde el palco. Pero, antes, maquinó la victoria. Modificó el dibujo. Del habitual 4-2-3-1 pasó a un 4-3-3 con múltiples variantes. Las de Miku, Pedro León y Manu. Su versatilidad convirtió al Getafe en chirimiri, esa lluvia característica de Galicia, que no se siente pero empapa, que parece que no cae pero moja de verdad. Una llegada por aquí, otra por allá, toque y movimiento constante. El Depor desarbolado.



Al Getafe desde hace tiempo se le ve venir y la caída por derecha de Pedro León ya es archiconocida. Por eso, Míchel le ubicó en la zona cero. Justo en el punto de partida de todos los ataques, sin ataduras. Boateng (el ghanés merece un capítulo aparte, ya es el mejor del equipo), Celestini y Adrián daban estabilidad y las tres avispas de arriba picante. Miku, parecía más cómodo, Manu a sus anchas y Pedro León libre, ágil, versátil, letal. En un suspiro los azulones hacían historia casi sin despeinarse, haciendo fácil lo difícil. Se pegó un festín, paseó por Riazor y, si mantiene la ambición, el año que viene puede darse un paseo por las nubes del viejo continente.

viernes, 26 de marzo de 2010

Sombras y fantasmas

La tarde se presentó rara. Un jueves gris, de cielo tenebroso, en medio de la visita del Real Madrid. Se preveía lluvia a la hora del partido. Fue peor. Acabó en tormenta, en un ciclón de fútbol que lo arrastró todo. Los de Pellegrini no dieron tiempo a nada, no hubo partido. Cristiano, Higuaín, Higuaín, Cristiano. No sé si son amigos pero son futbolistas complementarios. Ayudados por la aparición de Gago, que se debió tomar el partido como su billete al Mundial.


El Getafe veía sombras, fantasmas, susurros que acababan en la red. Una vez, otra vez, y otra más. Sin espacio entre la realidad y la ficción. En una pesadilla sin retorno. Cuando despertó ya perdía 0-4 con el mejor Madrid, de lejos, que pisó su hierba santa. La profanó, zarandeó a su dueño, le arrebató la honra y se fue. Como el que cumple un encargo.



Se puede achacar indolencia o endeblez, pero cómo luchar contra una mácula perfecta. El Madrid escogió su tiempo, lo moldeó, lo aceleró a su gusto, a un ritmo inalcanzable. Percutió hasta extenuar al Getafe, que agarrado a las cuerdas se zarandeó. El descanso y un gol leal de Parejo les permitió respirar. Después cesó la tormenta. Los daños ya eran irreparables, aunque el Geta se acordó de sí mismo y maquilló el panorama. La bestia ya descansaba, paró de llover, pero ya no quedaban paraguas. El domingo el sol puede volver a brillar en Riazor, y ya se sabe, la esperanza es como el sol, que arroja todas las sombras detrás de nosotros.

jueves, 25 de marzo de 2010

Cementerio blanco

Getafe vive en una nube, en ocasiones se pierde la perspectiva, pero la llegada cada año del Real Madrid al Coliseum supone la certificación del sueño, la confirmación de que si sigue entre los grandes. Los blancos llegan a su particular infierno. En sus cinco visitas nunca merecieron ganar y sólo lo hicieron una vez (2007-08), después de un baño de juego azulón histórico. El resto, tres victorias y un empate.

Y es que el Geta se motiva con la llegada del Madrid. Tachado por muchos como filial madrileño, equipo sin afición, masa social de corazones partíos, choques como el de hoy sirven para reivindicar justo lo contrario.
El equipo ya tiene una identidad futbolística, cosa que a muchos les cuesta ganarse toda una vida, su gente ha desechado cariños y fobias y se centra en venerar el azul, y el alma ya manda mensajes sin distorsión.

El Madrid ha perdido ligas en Getafe y, lo que es peor, se ha dejado dignidades, pero esos son números que ya no valen. Llega el mejor Madrid que ha pisado Las Termópilas azulonas, el más letal, el más seguro atrás. Pero entre el madridismo se huele el miedo, el temor a otra caída en su cementerio de ilusiones.



La contradicción es constante, cómo una bestia negra puede tener, en buena medida, corazón blanco. El de su presidente, Ángel Torres, el de Míchel, el que tenía Quique, Schuster, Laudrup, y el que tuvieron y tienen una inmensa lista de ex madridistas que se sacaron espinas, pinchándolas en la camiseta blanca. Belenguer, Riki, Pulido, Tena, Pachón, Paredes, Granero o Soldado se dejaron la bandera en casa y enarbolaron la del matagigantes.

Hoy puede ser clave otro, Dani Parejo. El preferido de Di Stéfano, que de esto sabe un rato. El pillo de Coslada es el Guti del Getafe. Cuando él baila suena la música y, en esos acordes estará la clave. Porque si hay que darle méritos al Geta, es su propuesta, quiere el balón, lo respeta, lo mima y éste le premia. Será una lucha de poder por tenerlo, esa porfía deparará el destino de los puntos. Aunque el del Getafe ya es mágico, hoy juega con el Madrid y eso es un privilegio.

El último Getafe-Real Madrid

domingo, 21 de marzo de 2010

Pureza

Ya estamos de vuelta, después de vivir uno de esos partidos que pasan desapercibidos para el gran público, pero que deja numerosas satisfacciones. La primera, la anunciada, San Mamés. Ese estadio vetusto que habla, respira, sufre, decide. Es capaz de generar magia, la misma que nos hace amar este deporte. Se siente, se palpa desde que traspasas sus puertas. Huele a fútbol. Todo lo que lo rodea.

Es de obligado cumplimiento pasear por Bilbao, ciudad a la que han lavado la cara, y pinchar en Licenciado Poza. Comprobar que el Athletic no es un club de fútbol. Envidia a ratos, zamarras vizcaínas por todos lados, con naturalidad, como si ir a un partido fuera un acto cotidiano, como comer con tus abuelos en domingo o visitar a la familia con los niños. Debe ser para esa gente un momento irrepetible e insustituible. Creo que, en parte, la afición del Athletic es lo más cercano al seguidor inglés, viven este juego de una forma muy semejante.

Luego llega la hora del partido. Aparece Gorka, ese portero que puso orden en una posición legendaria para ese estadio. Saluda, se abraza con un miembro de seguridad, es un tipo normal en el planeta fútbol. Aunque allí eso es habitual, llama la atención que los jugadores del Athletic aparezcan tras el choque a las puertas de su estadio. Deparan con la gente que les idolatra, comentan su visión del partido, se toman algo y se marchan a casa. Es una forma especial de vivir su profesión, ser conscientes de que su privilegio debe ser compartido.

Antes, saltan al campo, suena el estridente y misterioso Athleeeeeticccc. Ya van 1-0, porque un futbolista visitante debe quedar embriagado con tanto encanto flotando por ahí. Empujan, empujan y vuelven a empujar, su equipo es bravo, generoso en el esfuerzo, de los pocos que hace bueno quedarse con uno menos, por fe, por casta. Uno puede ser un fino estilista como Yeste, pero si te llamas Toquero puedes pasear tranquilo por el Bocho, porque su gente premia el corazón, aunque el destino no te dotara de talento. Así es San Mamés, o por lo menos así lo siento yo.

El Getafe empató, con lo suyo, menos corazón y más fútbol de toque, menos verticalidad y más reflexión. Pero fue valiente, porque su técnico lo es, Míchel se está reivindicando. No tuvo suerte, o no lo hizo bien antes, pero en Getafe convence. Al margen de que siendo un técnico tan mediático, con su hijo en el vestuario y con parte del club en su contra, no debe ser fácil, pero ahí tiene sus números y lo que es mejor, sus sensaciones. No sé si se meterá en Europa, pero sé que a mí me divierte, y eso, visto lo visto, ya es mucho. Por cierto San Mamés, el año que viene, volvemos otra vez.

viernes, 19 de marzo de 2010

La Catedral


La primera vez que pisé San Mamés me embriagó, me envolvió ese estadio al que se conoce como La Catedral de nuestro fútbol. Había oído todo tipo de comentarios al respecto. Me sorprendió la fachada, a modo casi de nave industrial con tonos grises y blancos, tornos vetustos y largas escalinatas. Otra cosa fue ascender hacia la tribuna y asomarme al césped. Impecable, verde fútbol, verde historia.

Fue en un partido que enfrentaba al Athletic y al Getafe. También era el bautismo de los azulones en ese escenario. Partido entre semana, miércoles, un equipo imberbe con Quique Sánchez Flores en el banquillo. Venció el equipo madrileño 1-2, con goles de Míchel y Kome. Me sentí un privilegiado y hoy lo soy más porque mañana vuelvo allí.

Entre medias, victorias vizcaínas hasta que el año pasado Casquero se inventó una vaselina a modo de vuelo sin motor que otorgó tres puntos de oro. Pero los partidos allí son diferentes. La gente empuja de lo lindo, casi se puede sentir su aliento en el cogote, y se valora incluso al rival. Aunque también es de ley subrayar que no son todos los que le han dado el valor simbólico a San Mamés. Desde el fondo se lanzan objetos y habitualmente se exhiben pancartas en apoyo a ETA.

Míchel dice que si sus jugadores no se motivan en ese escenario se han equivocado de profesión. Suscribo las palabras del técnico azulón, cualquier futbolero debe tener como meta pisar esa hierba. Mañana el Getafe le peleará al Athletic una plaza en Europa, lo hará en ese viejo estadio, que dentro de poco será historia, leyenda de la que formará parte el Getafe que puede sumar su tercera victoria en tierras bilbaínas, si lo logra, San Mamés, también será nuestra catedral.